Cuando llegaron, el Rey y la Reina de Corazones estaban sentados en sus tronos, y había una gran multitud congregada a su alrededor: toda clase de pajarillos y animalitos, así como la baraja de cartas completa. El Valet estaba de pie ante ellos, encadenado, con un soldado a cada lado para vigilarlo. Y cerca del Rey estaba el Conejo Blanco, con una trompeta en una mano y un rollo de pergamino en la otra. Justo en el centro de la sala había una mesa y encima de ella una gran bandeja de tartas: tenían tan buen aspecto que a Alicia se le hizo la boca agua al verlas. « ¡Ojalá el juicio termine pronto», pensó, «y repartan la merienda!» Pero no parecía haber muchas posibilidades de que así fuera, y Alicia se puso a mirar lo que ocurría a su alrededor, para matar el tiempo.
Arrivati, videro il Re e la Regina di cuori seduti in trono, circondati da una gran folla di uccellini, di bestioline e da tutto il mazzo di carte: il Fante stava davanti, incatenato, con un soldato da un lato e l’altro: accanto al Re stava il Coniglio bianco con una tromba nella destra e un rotolo di pergamena nella sinistra. Nel mezzo della corte c’era un tavolo, con un gran piatto di torte d’apparenza così squisita che ad Alice venne l’acquolina in bocca. "Vorrei che si finisse presto il processo, — pensò Alice, — e che si servissero le torte!" Ma nessuno si muoveva intanto, ed ella cominciò a guardare intorno per ammazzare il tempo.
No había estado nunca en una corte de justicia, pero había leído cosas sobre ellas en los libros, y se sintió muy satisfecha al ver que sabía el nombre de casi todo lo que allí había.
-Aquél es el juez -se dijo a sí misma-, porque lleva esa gran peluca.
Alice non aveva mai visto un tribunale, ma ne aveva letto qualche cosa nei libri, e fu lieta di riconoscere tutti quelli che vedeva. "Quello è il giudice, — disse fra sè, — perchè porta quel gran parruccone.
El Juez, por cierto, era el Rey; y como llevaba la corona encima de la peluca, no parecía sentirse muy cómodo, y desde luego no tenía buen aspecto.
-Y aquello es el estrado del jurado -pensó Alicia-, y esas doce criaturas (se vio obligada a decir «criaturas», sabéis, porque algunos eran animales de pelo y otros eran pájaros) supongo que son los miembros del jurado. Repitió esta última palabra dos o tres veces para sí, sintiéndose orgullosa de ella: Alicia pensaba, y con razón, que muy pocas niñas de su edad podían saber su significado.
— E quello è il banco dei giurati, — osservò Alice, — e quelle dodici creature, — doveva dire "creature", perchè alcune erano quadrupedi, ed altre uccelli, — sono sicuramente i giurati." E ripetè queste parole due o tre volte, superba della sua scienza, perchè giustamente si diceva che pochissime ragazze dell’età sua sapevano tanto.
Los doce jurados estaban escribiendo afanosamente en unas pizarras.
-¿Qué están haciendo? -le susurró Alicia al Grifo-. No pueden tener nada que anotar ahora, antes de que el juicio haya empezado.
I dodici giurati erano affaccendati a scrivere su delle lavagne. — Che fanno? — bisbigliò Alice nell’orecchio del Grifone. — Non possono aver nulla da scrivere se il processo non è ancora cominciato.
-Están anotando sus nombres -susurró el Grifo como respuesta-, no vaya a ser que se les olviden antes de que termine el juicio.
— Scrivono i loro nomi, — bisbigliò il Grifone; — temono di dimenticarseli prima della fine del processo.
-¡Bichejos estúpidos! -empezó a decir Alicia en voz alta e indignada.
Pero se detuvo rápidamente al oír que el Conejo Blanco gritaba: « ¡Silencio en la sala!», y al ver que el Rey se calaba los anteojos y miraba severamente a su alrededor para descubrir quién era el que había hablado.
— Che stupidi! — esclamò Alice sprezzante, ma tacque subito, perchè il Coniglio bianco, esclamò: — Silenzio in corte! — e il Re inforcò gli occhiali, mettendosi a guardare ansiosamente da ogni lato per scoprire i disturbatori.
Alicia pudo ver, tan bien como si estuviera mirando por encima de sus hombros, que todos los miembros del jurado estaban escribiendo « ¡bichejos estúpidos!» en sus pizarras, e incluso pudo darse cuenta de que uno de ellos no sabía cómo se escribía «bichejo» y tuvo que preguntarlo a su vecino. « ¡Menudo lio habrán armado en sus pizarras antes de que el juicio termine!», pensó Alicia.
Alice vedeva bene, come se fosse loro addosso, che scrivevano "stupidi", sulle lavagne: osservò altresì che uno di loro non sapeva sillabare "stupidi", e domandava al vicino come si scrivesse. "Le lavagne saranno tutte uno scarabocchio prima della fine del processo!" pensò Alice.
Uno de los miembros del jurado tenía una tiza que chirriaba. Naturalmente esto era algo que Alicia no podía soportar, así pues dio la vuelta a la sala, se colocó a sus espaldas, y encontró muy pronto oportunidad de arrebatarle la tiza. Lo hizo con tanta habilidad que el pobrecillo jurado (era Bill, la Lagartija) no se dio cuenta en absoluto de lo que había sucedido con su tiza; y así, después de buscarla por todas partes, se vio obligado a escribir con un dedo el resto de la jornada; y esto no servía de gran cosa, pues no dejaba marca alguna en la pizarra.
Un giurato aveva una matita che strideva. Alice non potendo resistervi, girò intorno al tribunale, gli giunse alle spalle e gliela strappò di sorpresa. Lo fece con tanta rapidità che il povero giurato (era Guglielmo, la lucertola) non seppe più che fosse successo della matita. Dopo aver girato qua e là per ritrovarla, fu costretto a scrivere col dito tutto il resto della giornata. Ma a che pro, se il dito non lasciava traccia sulla lavagna?
-¡Heraldo, lee la acusación! -dijo el Rey.
— Usciere! leggete l’atto d’accusa, — disse il Re.
Y entonces el Conejo Blanco dio tres toques de trompeta, y desenrolló el pergamino, y leyó lo que sigue:
Allora il Coniglio diè tre squilli di tromba, poi spiegò il rotolo della pergamena, e lesse così:
La Reina cocinó varias tartas
Un día de verano azul,
El Valet se apoderó de esas tartas
Y se las llevó a Estambul.
"La Regina di cuori
fece le torte in tutto un dì d’estate:
Tristo, il Fante di cuori
di nascosto le torte ha trafugate!"
-¡Considerad vuestro veredicto! -dijo el Rey al jurado.
— Ponderate il vostro verdetto! — disse il Re ai giurati.
-¡Todavía no! ¡Todavía no! le interrumpió apresuradamente el Conejo-. ¡Hay muchas otras cosas antes de esto!
— Non ancora, non ancora ! — interruppe vivamente il Coniglio. — Vi son molte cose da fare prima!
-Llama al primer testigo -dijo el Rey.
Y el Conejo dio tres toques de trompeta y gritó:
-¡Primer testigo!
— Chiamate il primo testimone, — disse il Re; e il Coniglio bianco diè tre squilli di tromba, e chiamò: — Il primo testimone!
El primer testigo era el Sombrerero. Compareció con una taza de té en una mano y un pedazo de pan con mantequilla en la otra.
-Os ruego me perdonéis, Majestad -empezó-, por traer aquí estas cosas, pero no había terminado de tomar el té, cuando fui convocado a este juicio.
Il testimone era il Cappellaio. S’avanzò con una tazza di tè in una mano, una fetta di pane imburrato nell’altra. — Domando perdono alla maestà vostra, disse, — se vengo con le mani impedite; ma non avevo ancora finito di prendere il tè quando sono stato chiamato.
-Debías haber terminado -dijo el Rey-. ¿Cuándo empezaste?
— Avreste dovuto finire, — rispose il Re. Quando avete cominciato a prenderlo?
El Sombrerero miró a la Liebre de Marzo, que, del brazo del Lirón, lo había seguido hasta allí.
-Me parece que fue el catorce de marzo.
Il Cappellaio guardò la Lepre di Marzo che lo aveva seguito in corte, a braccetto col Ghiro. — Credo che fosse il quattordici di marzo, — disse il Cappellaio.
-El quince -dijo la Liebre de Marzo.
— Il quindici, — esclamò la Lepre di Marzo.
-El dieciséis -dijo el Lirón.
— Il sedici, — soggiunse il Ghiro.
-Anotad todo esto -ordenó el Rey al jurado.
Y los miembros del jurado se apresuraron a escribir las tres fechas en sus pizarras, y después sumaron las tres cifras y redujeron el resultado a chelines y peniques.
— Scrivete questo, — disse il Re ai giurati. E i giurati si misero a scrivere prontamente sulle lavagne, e poi sommarono i giorni riducendoli a lire e centesimi.
-Quítate tu sombrero -ordenó el Rey al Sombrerero.
— Cavatevi il cappello, — disse il Re al Cappellaio.
-No es mío, Majestad -dijo el Sombrero.
— Non è mio, — rispose il Cappellaio.
-¡Sombrero robado! -exclamó el Rey, volviéndose hacia los miembros del jurado, que inmediatamente tomaron nota del hecho.
— È rubato allora! — esclamò il Re volgendosi ai giurati, i quali subito annotarono il fatto.
-Los tengo para vender -añadió el Sombrerero como explicación-. Ninguno es mío. Soy sombrerero.
— Li tengo per venderli, — soggiunse il Cappellaio per spiegare la cosa: — Non ne ho di miei. Sono cappellaio.
Al llegar a este punto, la Reina se caló los anteojos y empezó a examinar severamente al Sombrerero, que se puso pálido y se echó a temblar.
La Regina inforcò gli occhiali, e cominciò a fissare il Cappellaio, che diventò pallido dallo spavento.
-Di lo que tengas que declarar -exigió el Rey-, y no te pongas nervioso, o te hago ejecutar en el acto.
— Narraci quello che sai, — disse il Re, — e non aver paura... ti farò decapitare immediatamente.
Esto no pareció animar al testigo en absoluto: se apoyaba ora sobre un pie ora sobre el otro, miraba inquieto a la Reina, y era tal su confusión que dio un tremendo mordisco a la taza de té creyendo que se trataba del pan con mantequilla.
Queste parole non incoraggiarono il testimone, che non si reggeva più in piedi. Guardava angosciosamente la Regina, e nella confusione addentò la tazza invece del pane imburrato.
En este preciso momento Alicia experimentó una sensación muy extraña, que la desconcertó terriblemente hasta que comprendió lo que era: había vuelto a empezar a crecer. Al principio pensó que debía levantarse y abandonar la sala, pero lo pensó mejor y decidió quedarse donde estaba mientras su tamaño se lo permitiera.
Proprio in quel momento, Alice provò una strana sensazione, che la sorprese molto finchè non se ne diede ragione: cominciava a crescere di nuovo; pensò di lasciare il tribunale, ma poi riflettendoci meglio volle rimanere finchè per lei ci fosse spazio.
-Haz el favor de no empujar tanto -dijo el Lirón, que estaba sentado a su lado-. Apenas puedo respirar.
— Perchè mi urti così? — disse il Ghiro che le sedeva da presso. — Mi manca il respiro.
-No puedo evitarlo -contestó humildemente Alicia-. Estoy creciendo.
— Che ci posso fare? — disse affabilmente Alice. — Sto crescendo.
-No tienes ningún derecho a crecer aquí -dijo el Lirón.
— Tu non hai diritto di crescere qui, — urlò il Ghiro.
-No digas tonterías -replicó Alicia con más brío-. De sobra sabes que también tú creces.
— Non dire delle sciocchezze, — gridò Alice, — anche tu cresci.
-Sí, pero yo crezco a un ritmo razonable -dijo el Lirón-, y no de esta manera grotesca.
Se levantó con aire digno y fue a situarse al otro extremo de la sala.
— Sì, ma io cresco a un passo ragionevole, soggiunse il Ghiro, — e non in quella maniera ridicola. — E brontolando si levò e andò a mettersi dall’altro lato.
Durante todo este tiempo, la Reina no le había quitado los ojos de encima al Sombrerero, y, justo en el momento en que el Lirón cruzaba la sala, ordenó a uno de los ujieres de la corte:
-¡Tráeme la lista de los cantantes del último concierto!
Lo que produjo en el Sombrerero tal ataque de temblor que las botas se le salieron de los pies.
Intanto la Regina non aveva mai distolto lo sguardo dal Cappellaio e mentre il Ghiro attraversava la sala del tribunale, disse a un usciere: - Dammi la lista dei cantanti dell’ultimo concerto! A quest’ordine il Cappellaio si mise a tremare così che le scarpe gli sfuggirono dai piedi.
-Di lo que tengas que declarar -repitió el Rey muy enfadado-, o te hago ejecutar ahora mismo, estés nervioso o no lo estés.
— Narraci quello che sai, — ripetè adirato il Re, — o ti farò tagliare la testa, abbi o no paura.
-Soy un pobre hombre, Majestad -empezó a decir el Sombrerero en voz temblorosa-... y no había empezado aún a tomar el té... no debe hacer siquiera una semana... y las rebanadas de pan con mantequilla se hacían cada vez más delgadas... y el titileo del té...
— Maestà: sono un povero disgraziato, — cominciò il Cappellaio con voce tremante, — e ho appena cominciato a prendere il tè... non è ancora una settimana... e in quanto al pane col burro che si assottiglia... e il tremolio del tè.
-¿El titileo de qué? -preguntó el Rey.
— Che tremolio? — esclamò il re.
-El titileo empezó con el té -contestó el Sombrerero.
— Il tremolio cominciò col tè, — rispose il Cappellaio.
-¡Querrás decir que titileo empieza con la T! -replicó el Rey con aspereza-. ¿Crees que no sé ortografía? ¡Sigue!
— Sicuro che "tremolio" comincia con un T! — disse vivamente il Re. — M’hai preso per un allocco? Continua.
-Soy un pobre hombre -siguió el Sombrerero-... y otras cosas empezaron a titilar después de aquello... pero la Liebre de Marzo dijo...
— Sono un povero disgraziato, — continuò il Cappellaio, — e dopo il tè tremavamo tutti... solo la Lepre di Marzo disse...
-¡Yo no dije eso! -se apresuró a interrumpirle la Liebre de Marzo.
— Non dissi niente! — interruppe in fretta la Lepre di Marzo.
-¡Lo dijiste! -gritó el Sombrerero.
— Sì che lo dicesti! — disse il Cappellaio.
-¡Lo niego! -dijo la Liebre de Marzo.
— Lo nego! — replicò la Lepre di Marzo.
-Ella lo niega -dijo el Rey-. Tachad esta parte.
— Lo nega, — disse il Re: — ebbene, lascia andare.
-Bueno, en cualquier caso, el Lirón dijo... -siguió el Sombrerero, y miró ansioso a su alrededor, para ver si el Lirón también lo negaba, pero el Lirón no negó nada, porque estaba profundamente dormido.
— Bene, a ogni modo il Ghiro disse... E il Cappellaio guardò il Ghiro per vedere se anche lui volesse dargli una smentita: ma quegli, profondamente addormentato, non negava nulla.
-Después de esto -continuó el Sombrerero-, cogí un poco más de pan con mantequilla...
— Dopo di ciò, — continuò il Cappellaio, — mi preparai un’altra fetta di pane col burro...
-¿Pero qué fue lo que dijo el Lirón? -preguntó uno de los miembros del jurado.
— Ma che cosa disse il Ghiro? — domandò un giurato.
-De esto no puedo acordarme -dijo el Sombrerero.
— Non lo posso ricordare, — disse il Cappellaio.
-Tienes que acordarte -subrayó el Rey-, o haré que te ejecuten.
— Lo devi ricordare, — disse il Re, — se no ti farò tagliare la testa.
El desgraciado Sombrerero dejó caer la taza de té y el pan con mantequilla, y cayó de rodillas.
-Soy un pobre hombre, Majestad -empezó.
L’infelice Cappellaio si lasciò cadere la tazza, il pane col burro e le ginocchia a terra, e implorò: — Sono un povero mortale!
-Lo que eres es un pobre orador -dijo sarcástico el Rey
— Sei un povero oratore, — disse il Re.
Al llegar a este punto uno de los conejillos de indias empezó a aplaudir, y fue inmediatamente reprimido por los ujieres de la corte. (Como eso de «reprimir» puede resultar difícil de entender, voy a explicar con exactitud lo que pasó. Los ujieres tenían un gran saco de lona, cuya boca se cerraba con una cuerda: dentro de este saco metieron al conejillo de indias, la cabeza por delante, y después se sentaron encima.)
Qui un Porcellino d’India diè un applauso, che venne subito represso dagli uscieri del tribunale. (Ed ecco come: fu preso un sacco che si legava con due corde all’imboccatura; vi si fece entrare a testa in giù il Porcellino, e gli uscieri vi si sedettero sopra.)
-Me alegro muchísimo de haber visto esto -se dijo Alicia-. Estoy harta de leer en los periódicos que, al final de un juicio, «estalló una salva de aplausos, que fue inmediatamente reprimida por los ujieres de la sala», y nunca comprendí hasta ahora lo que querían decir.
— Sono contenta d’avervi assistito, — pensò Alice. — Ho letto tante volte nei giornali, alla fine dei processi: "Vi fu un tentativo di applausi, subito represso dal presidente"; ma non avevo mai compreso che cosa volesse dire.
-Si esto es todo lo que sabes del caso, ya puedes bajar del estrado - siguió diciendo el Rey.
— Se è questo tutto quello che sai, — disse il Re, — puoi ritirarti.
-No puedo bajar más abajo -dijo el Sombrerero-, porque ya estoy en el mismísimo suelo.
— Non posso ritirarmi, — disse il Cappellaio, — sono già sul pavimento.
-Entonces puedes sentarte -replicó el Rey.
— Allora siediti, — disse il Re.
Al llegar a este punto el otro conejillo de indias empezó a aplaudir, y fue también reprimido.
Qui un altro Porcellino d’India diè un applauso, ma fu represso.
-¡Vaya, con eso acaban los conejillos de indias! -se dijo Alicia-. Me parece que todo irá mejor sin ellos.
— Addio Porcellini d’India! Non vi vedrò più! — disse Alice. — Ora si andrà innanzi meglio.
-Preferiría terminar de tomar el té -dijo el Sombrerero, lanzando una mirada inquieta hacia la Reina, que estaba leyendo la lista de cantantes.
— Vorrei piuttosto finire il tè, — disse il Cappellaio, guardando con ansietà la Regina, la quale leggeva la lista dei cantanti.
-Puedes irte -dijo el Rey. Y el Sombrerero salió volando de la sala, sin esperar siquiera el tiempo suficiente para ponerse los zapatos.
— Puoi andare, — disse il Re, e il Cappellaio lasciò frettolosamente il tribunale, senza nemmeno rimettersi le scarpe.
-Y al salir que le corten la cabeza -añadió la Reina, dirigiéndose a uno de los ujieres.
Pero el Sombrerero se había perdido de vista, antes de que el ujier pudiera llegar a la puerta de la sala.
—...E tagliategli la testa, — soggiunse la Regina, volgendosi a un ufficiale; ma il Cappellaio era già sparito prima che l’ufficiale arrivasse alla porta.
-¡Llama al siguiente testigo! -dijo el Rey.
— Chiamate l’altro testimone! — gridò il Re.
El siguiente testigo era la cocinera de la Duquesa. Llevaba el pote de pimienta en la mano, y Alicia supo que era ella, incluso antes de que entrara en la sala, por el modo en que la gente que estaba cerca de la puerta empezó a estornudar.
L’altro testimone era la cuoca della Duchessa. Aveva il vaso del pepe in mano, e Alice indovinò chi fosse anche prima di vederla, perchè tutti quelli vicini all’ingresso cominciarono a starnutire.
-Di lo que tengas que declarar -ordenó el Rey.
— Che cosa sai? — disse il Re.
-De eso nada -dijo la cocinera.
— Niente, — rispose la cuoca.
El Rey miró con ansiedad al Conejo Blanco, y el Conejo Blanco dijo en voz baja:
-Su Majestad debe examinar detenidamente a este testigo.
Il Re guardò con ansietà il Coniglio bianco che mormorò: — Maestà, fatele delle domande.
-Bueno, si debo hacerlo, lo haré -dijo el Rey con resignación, y, tras cruzarse de brazos y mirar de hito en hito a la cocinera con aire amenazador, preguntó en voz profunda-: ¿De qué se hacen las tartas?
— Bene, se debbo farle, le farò, — disse il Re, e dopo aver incrociate le braccia sul petto, e spalancati gli occhi sulla cuoca, disse con voce profonda: — Di che cosa sono composte le torte?
-Sobre todo de pimienta -respondió la cocinera.
— Di pepe per la maggior parte, — rispose la cuoca.
-Melaza -dijo a sus espaldas una voz soñolienta.
— Di melassa, — soggiunse una voce sonnolenta dietro di lei.
-Prended a ese Lirón -chilló la Reina-. ¡Decapitad a ese Lirón! ¡Arrojad a ese Lirón de la sala! ¡Reprimidle! ¡Pellizcadle! ¡Dejadle sin bigotes!
— Afferrate quel Ghiro! — gridò la Regina. — Tagliategli il capo! Fuori quel Ghiro! Sopprimetelo! pizzicatelo! Strappategli i baffi!
Durante unos minutos reinó gran confusión en la sala, para arrojar de ella al Lirón, y, cuando todos volvieron a ocupar sus puestos, la cocinera había desaparecido.
Durante qualche istante il tribunale fu una Babele, mentre il Ghiro veniva afferrato; e quando l’ordine fu ristabilito, la cuoca era scomparsa.
-¡No importa! -dijo el Rey, con aire de alivio-. Llama al siguiente testigo. -Y añadió a media voz dirigiéndose a la Reina-: Realmente, cariño, debieras interrogar tú al próximo testigo. ¡Estas cosas me dan dolor de cabeza!
— Non importa, — disse il Re con aria di sollievo. — Chiamate l’altro testimone. — E bisbigliò alla Regina: — Cara mia, l’altro testimone dovresti esaminarlo tu. A me duole il capo.
Alicia observó al Conejo Blanco, que examinaba la lista, y se preguntó con curiosidad quién sería el próximo testigo. «Porque hasta ahora poco ha sido lo que han sacado en limpio», se dijo para sí. Imaginad su sorpresa cuando el Conejo Blanco, elevando al máximo volumen su vocecilla, leyó el nombre de:
-¡Alicia!
Alice stava osservando il Coniglio che esaminava la lista, curiosa di vedere chi fosse mai l’altro testimone, — perchè non hanno ancora una prova, — disse fra sè. Figurarsi la sua sorpresa, quando il Coniglio bianco chiamò con voce stridula: Alice!